La ciudad pretende atajar la masificación y la contaminación cambiando la ubicación de los atraques de cruceros
Barcelona, un destino de renombre para el turismo de cruceros, ha dado un paso audaz para abordar las preocupaciones relacionadas con la masificación y la contaminación. La ciudad ha prohibido oficialmente a los cruceros atracar en la Terminal Norte del World Trade Center, redirigiendo aproximadamente 340 escalas anuales al Muelle Adossat, situado más lejos del bullicioso centro de la ciudad.
A partir de octubre, los cruceros y transbordadores que antes se alojaban en la Terminal Norte encontrarán ahora sus amarres en el Muelle Adossat, lo que añade un nivel de distancia a las populares atracciones del centro de la ciudad. Este movimiento se alinea con los esfuerzos de Barcelona para gestionar el impacto del turismo de cruceros, proporcionando alivio a las zonas congestionadas y abordando las preocupaciones medioambientales.
El cierre de la Terminal Sur, situada también en el World Trade Center, forma parte de un plan más amplio y está previsto que concluya a finales de 2026. Las autoridades portuarias marcaron la conclusión de las operaciones de cruceros de la Terminal Norte con una «ceremonia de despedida» el 2 de octubre, conmemorando la última visita de un crucero, el World Navigator de Mystic Cruises.
El presidente del Puerto de Barcelona, Lluís Salvadó, destacó que el cierre se alinea con el compromiso de la ciudad de mitigar las «externalidades negativas» asociadas al turismo de cruceros, tal y como se recoge en un acuerdo de 2018 con el ayuntamiento. En particular, se espera que la medida libere más de 13.600 metros cuadrados de espacios públicos para los residentes de Barcelona.
El muelle Adossat, situado a unos 30 minutos en coche de las emblemáticas Ramblas, ofrece a los pasajeros de cruceros que llegan a las terminales A, B, C, D o E la opción de tomar un autobús lanzadera hasta el World Trade Center, seguido de un paseo de 15 minutos hasta Las Ramblas. Alternativamente, los pasajeros pueden concertar servicios de coche privado para una ruta más directa.
La decisión de Barcelona de reevaluar su relación con el turismo de cruceros refleja una tendencia mundial más amplia. Varias ciudades, como Venecia, Ámsterdam, Key West y Bar Harbor, están reevaluando su enfoque de las visitas de cruceros para equilibrar los beneficios económicos con los retos que plantea la gestión de grandes afluencias de turistas.
La preocupación por la concentración de visitantes, sobre todo de los que se quedan poco tiempo, ha sido fundamental en este cambio de perspectiva. La ex alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, destacó la sensación de «colapso» generada por la llegada simultánea de miles de pasajeros de cruceros, lo que impulsó la necesidad de un enfoque más sostenible del turismo.
La medida adoptada en Barcelona forma parte de los debates mundiales en curso sobre el papel y el impacto del turismo de cruceros en las comunidades costeras, y se alinea con los esfuerzos más amplios para fomentar prácticas de viaje más sostenibles en la era posterior al COVID-19. La decisión de la ciudad pretende crear una experiencia más equilibrada y agradable tanto para los residentes como para los visitantes.